martes, 1 de mayo de 2012

Diálogo

Hu Jintao se levantó de su silla. Se dirigió a los miembros del consejo en un tono de voz fuerte, para asegurarse de que todos le iban a oír.
- Estamos aquí reunidos para decidir si la República Popular China ha de disminuir, o por el contrario aumentar el grado de liberalización del Estado en materia económica. Este es el motivo más importante de nuestra reunión. Quizá, más adelante, tras debatirlo, demos cabida a temas no tan importantes pero también necesarios -Se sentó y cruzó las manos-. Espero, pues, sus propuestas y opiniones.
- Creo que deberíamos valorar la posibilidad de, quizá, liberalizar más el mercado -intervino Deng Xiaoping, con su pausada voz-. Pero sin que el Estado pierda su papel de corrector y observador -añadió-No debemos de olvidar que fue esta decisión la que permitió a la República Popular China hace más treinta años abrirse paso entre las grandes potencias. Ahora somos la segunda potencial mundial. Quien sabe que poder alcanzaría nuestro país en pocos años y...
- ¿Y de que importa la riqueza cuando en nuestra propia patria ni siquiera se respetan los valores que fundaron nuestro país? -interrumpió bruscamente Mao-. Miles de cerdos capitalistas se han enriquecido gracias a estas políticas "liberales". Se ha roto la igual de clases. Esto no debe seguir así. Traiciona los ideales revolucionarios. Parece que tengan una venda en los ojos.
- Puede que sí, pero sin embargo, es patente que gran parte de la población ha pasado de estar en la pobreza más absoluta a tener unas condiciones dignas -intervino Hu Jintao-. Además, el mundo cambia, muda su piel constantemente. No podemos consentir llevar las políticas anteriores en el mundo actual. Estaríamos aislados.
- Además, el sistema político que llevamos en la actualidad es estable y combina elementos revolucionarios con los del mundo actual- dijo Deng Xiaoping-. No veo por qué deberiamos cambiar nuestro rumbo.
- Parece que ustedes toleren el capitalismo, con las atrocidades que eso conlleva. ¿Acaso creéis que se van a evitar así las desigualdades sociales?¿Acaso es coherente decir que defendemos ideales revolucionarios aplicando el capitalismo?-intervino Mao-. Creía que nuestro país iba a seguir las doctrinas de Marx, más humanitarias, no que iba a convertirse en esta especie de "híbrido"-dijo esta palabra con patente desprecio- que es ahora.
- Los libros son muy bonitos, mi señor, pero el paso de la ficción a la realidad no lo es tanto. ¿Cree de verdad que deberíamos únicamente aplicar esas políticas? -respondió Hu Jintao-. Siempre que se ha tratado de hacerlo, o bien se ha interpretado mal a Marx, o bien han sido un rotundo fracaso tanto social como económico. Creo firmemente que algunas de las ideas de Marx eran correctas, pero considero además que se pueden complementar con otras políticas según sea la situación del país. Pondré el ejemplo de las formas de gobierno: Marx defendía una dictadura del proletariado. Yo, sin embargo, pienso que el poder debe residir en aquellos que creen en los valores que se promulgaron en la actual legislación. Los que se oponen a ellos han de ser excluidos -sentenció-.
- Estoy de acuerdo -afirmo Deng Xiaoping-. No se puede consentir que haya opositores al régimen. Esto crearía gran inestabilidad social, y ya es bien sabido que es lo que ocurre en Estados con gran inestabilidad. Eso incluye meter en cintura a los medios de comunicación. Quien sabe que patrañas podrían difundir en el caso de que perdieran el respeto hacia nuestro país.
- Ignoro por qué no se toman medidas legales contra estos individuos ¡Cómo hacíamos en mi época! -dijo Mao- ¿Acaso nos hemos ablandado? ¡Los reaccionarios no merecen lugar en este país! -tras esto, pegó un puñetazo en la mesa.
Deng Xiaoping hizo un amago de sonrisa.
- Oh, por supuesto. Pero seguro que coincide conmigo el actual presidente en que solo hay que recurrir a esto cuando la situación se ha ido de las manos. Y siempre hacerlo de un modo sutil. Por experiencia, sabemos que las ejecuciones y el conocimento de las penas impuestas por parte de la sociedad acaba generando malestar social que acabará generando más detenciones. Es un circulo vicioso. No es necesario llegar a tanto...
- No estoy de acuerdo con usted.
- Pues debería -intervino Hu Jintao-. Ambos tenéis las manos manchadas de sangre, por cierto, usted el que más ¿Cómo se le puede dar explicación a los destrozos y atrocidades de la Revolución Cultural? La barbarie no tiene justificación alguna, por muy nobles y buenos que sean sus propósitos.
A Mao se le puso roja la cara. Era evidente que estaba a punto de explotar.
- ¡No se puede tolerar el desprecio hacia los ideales de nuestro país! Estaba totalmente justificado. Además, no me puede hablar alguien que ha destrozado todos los principios sobre los que se apoyó nuestro país en su fundación.
- ¿Tampoco estaba justificada vuestro repentina subida al poder? -replico ácidamente Hu Jintao.
Dneg Xiaoping se levantó. Su voz fue un cuchillo que cortó de cuajo la discusión. Sorprendió el hecho de que alguien tan anciano pudiera tener semejante chorro de voz.
- ¡BASTA! China ya no es, ni será, un país comunista. Tampoco creo, sin embargo, que acabará convertida en una sociedad occidental.  Y ahora centrémonos en el tema que nos ocupa, es decir, la liberalización o no de la economía. Creo que esta conversación ya se ha desvirtuado demasiado.

La Revolución Cultural en imágenes

Como bien hemos estudiado, la Revolución Cultural fue un periódo turbulento que sucudió China entre a mediados de los sesenta y a principios de los setenta. Durante este periódo, ocurrieron muchos hechos que hasta hace poco habrían pasado inadvertidos de no ser por la reciente difusión de material acerca de este periódo. He aquí algunos de ellos:
"En el cadalso Rojo"

En esta foto vemos como dos personas llevan colgado de una manera ciertamente humillante carteles en chino que vienen a señalar su condición de opositores al régimen, algo que, como vemos en la foto, conllevaba ser tratado no peor que un animal. Uno de esos hombres,  Wang Yilung, había sido Secetario Provincial del Partido Comunista. De nada le había servido el título cuando fue acusado de ser "un elemento negro del Partido" y ser arrojado probablemente a uno de esas lóbregas cárceles "revolucionarias", o ser directamente torturado para después ser expuesto como un trofeo frente a una multitud radical y sin piedad. Lo que estas personas debieron de sufrir o experimentar antes de ser ejecutados -o quien sabe que fue de ellos- , rodeados de aquella multitud que clamaba a voces un castigo debieron de ser casi un castigo peor que la muerte. La foto es una obra maestra que plasma a la perfección las dos caras de la Revolución Cultural; por un lado, el fanatismo y la gran cantidad de personas que la secundaron con la total de seguridad de estar haciendo lo mejor para su país, por otro, la violenta -y en algunos casos, monstruosa- represión llevada a cabo por el régimen chino. Esta misma imagen aparece en el libro, cuando el narrador evoca un recuerdo del padre de Luo, que se vio obligado a pasar por la misma situación.

 

"Larga gloria al Presidente Mao"

En esta imagen, vemos a unos jóvenes que probablemente obligados o incitados por sus padres han decidido seguir el camino del perfecto revolucionario chino. Alzan orgullosos sus puños tras un cuadro del Gran Timonel. Seguramente también estarían presentes dirigentes revolucionarios que mirarían con orgullo los jóvenes que han creado. El control de la educación, la censura de determidos libros y contenidos potencialmente peligrosos para la estabilidad del régimen y la lectura obligatoria de libros, como el Libro Rojo de Mao, marcarían a muchos jóvenes el camino que deberían seguir. Aquellos que por ser hijos de intelectuales o simplemente por ser denunciados acabarían en una forzosa reeducación que en muchos casos lo único que logró fue causar sufrimiento inútil. La figura de Mao que preside a los jóvenes, impecable, se elevó casi al nivel de deidad, de hecho, la mínima crítica a su persona o a su política acarrearía funestas consecuencias, como más de una vez tendría oportunidad de demostrar el Gran Timonel. Los jovenes alzando el puño no dejan de recordarme a ciertos régimenes totalitaristas europeos que hubo hace mas de medio siglo. En el libro queda bastante claro como la figura de Mao es sagrada e inviolable -por ejemplo, cuando el jefe se relaja al ver que el violín tiene algo que ver con Mao- y el fanatismo y la fe ciega de los campesinos de las aldeas hacia su líder.